Escultor montillano, tiene una rara habilidad; esculpe cabezas a partir de piedras que encuentra por el campo y que talla con paciencia benedictina en su taller, en Montilla.
Antonio es albañil, aunque su profesión no guarda relación alguna con la afición incontenible que siente por convertir en cabezas humanas los trozos de rocas de la más diversa procedencia y naturaleza. La forma natural de la piedra le inspira, hasta el punto de que, apenas la ve, ya conoce el resultado final de su trabajo.
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