El aljibe es otra de esas palabras heredadas de Al-Ándalus que tiende a desaparecer ya que cada vez se utiliza menos y es lógico pues hoy las viviendas no se edifican con aljibes. El aljibe es también un depósito de agua, como lo es su "prima hermana" la alberca, esta recoge el agua de un pozo o de la conducción de algún pequeño manantial y la aljibe recoge el agua de lluvia. La aljibe suele ser más urbana, la alberca mas rustica. La necesidad de disponer de agua era algo imprescindible para poder habitar y desarrollar actividades en cualquier ciudad. En el litoral del sur de España conseguir agua durante todo el año y para los usos normales de las necesidades familiares no era fácil, por ello las viviendas solían construirse con algún depósito para almacenar el agua. El agua que se pudiera obtener de pozo no cumplía con las mínimas garantías de calidad ya que la cercanía de la costa con su intrusión marina conllevaba que cualquier agua obtenida del subsuelo fuera "agua salobre", el "agua dulce" habría que obtenerla por temporadas, cuando se producía la lluvia y teníamos que conseguir recogerla en la mayor cantidad posible y en las mejores condiciones de calidad para almacenarla en depósitos impermeables que pudieran garantizar su consumo durante todo el año. Estos depósitos debieran ser de la mayor capacidad en función de la superficie ocupada por cada edificación y se hacían esenciales para satisfacer esa primera necesidad, el abastecimiento de agua. La aljibe no se ve, se esconde bajo el patio, ocupando una gran parte de la superficie y con mas de dos metros de profundidad, tan solo se percibe su presencia por el brocal, antepecho, normalmente de mármol o piedra, colocado alrededor de la boca del depósito y con un soporte superior, la mayoría de las veces, de forja, donde se colocaba el gancho de sujeción de la carrucha. Mediante ésta, la soga y la cubeta se sacaba el agua que había que administrar diariamente con suma delicadeza. La cubierta tradicional de las viviendas en nuestra zona es plana y visitable, es decir, lo tradicional es la azotea, otra palabra que procede del árabe español. Los patios en la mayoría de los casos también se cubrían mediante una "montera de cristales", luego era la azotea la encargada de recoger toda el agua de lluvia que caía sobre la superficie en planta de la edificación y mediante canaletas y bajantes conducirla hacia la aljibe. Cuando se acercaba la época de lluvias se hacía necesario subir a la azotea para dejar bien limpios los bajantes, tanto para facilitar que estos "tragaran" el agua como para que esta no recogiera mucha suciedad.
Si en la ciudad la recogida del agua era una necesidad, cuando se trataba de una edificación aislada en medio de la marisma, la construcción de la misma, siempre se hacía pensando en no perder ni una gota de la posible agua de lluvia. En la "casa salinera", el agua era necesaria no solo para el consumo humano sino para dar de beber a las "recuas" (reatas) de borricos que se necesitaban para acarrear la sal y ademas estaba el problema añadido de la poca capacidad portante de los suelos fangosos. Las aljibes en estas casas-industria, se hacían sobre el suelo, cimentadas sobre una superficie que se había fortalecido hincando troncos de pinos, la cota de la cubierta de la aljibe siempre estaba por debajo de la cota de la azotea para poder captar el agua recogida por estas. En otros casos, para conseguir almacenar agua, se embutían grandes tinajas, hasta de dos metros de altura, en el fango dejando las bocas de las mismas a ras de suelo. Durante la guerra de la Independencia, estas casas, bien dotadas de suministros sirvieron al ejército francés para establecer destacamentos y baterías con las que hostigar al ejército anglo-español parapetado en la ciudad de Cádiz. Hoy si abrimos un grifo en nuestra casa de Chiclana o Cádiz podemos estar sirviéndonos de un agua que fue a caer en la Sierra de Grazalema y mediante el trasvase Guadiaro-Majaceite colaboró para llenar el pantano de los Hurones, del que se abastecen mas de quince municipios de la provincia. Bebemos agua que "cayó del cielo" a mas de ciento cuarenta kilómetros de donde estamos.
Escrito por D. José de Mier Guerra y publicado en el Diario de Cádiz.
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