El único Tex-Mex dentro del casco Antiguo de Peñíscola. Recetas caseras servidas con una sonrisa.
La Frontera, ¡Ah! qué gran invento. Bueno, tal vez no tanto como la bombilla o el papel higiénico, pero lo cierto es que las fronteras desde siempre han supuesto, mucho más que líneas de separación, mezcolanza de razas, de costumbres y sobre todo de gastronomía.
Usted, querido lector a punto de ponerse las botas, está a punto de descubrir que una de las fronteras más maravillosas en materia de manduca, se dio en el Salvaje Oeste.
Allí convergieron persiguiendo sus sueños, o huyendo de sus hambres particulares, personas de todo el mundo, tahúres, mineros, pistoleros y soñadores, cuatreros, monjas y bailarinas de cancán. Todos necesitaban saciar su sed y llenar sus estómagos y, afortunadamente, La Frontera les permitió las dos cosas con una riqueza y una abundancia que ha llegado hasta nuestros días.
Puede que piensa que por allí ya habría indios cazando bisontes y sembrando maíz, y es cierto, los apaches utilizaban frijoles, chiles, o calabazas y conocían de sobra las propiedades del mezcal y sus derivados. Pero deje correr la imaginación, imagine a un montón de chinos poniendo las vías del ferrocarril, mucho antes de que llegase la Western Union, con sus especias y sus wok para cocinar verduras y arroces, además introdujeron las pequeñas raciones compartidas, que aquí llamamos tapas. Los polacos, expertos obreros de la construcción, combinaron patatas, en recetas infinitas, con manzanas, cremas y yogures, aportaron los ahumados y las carnes en salazón o el pan de centeno, los irlandeses, esforzados mineros febriles por el oro, que acabaron encontrando petróleo, dejaron como tradición culinaria sus desayunos contundentes, el aún típico desayuno americano es irlandés, hasta los austeros amish, dejaron su huella con platos que recogen la tradición suiza y alemana, lo que incluye excelentes quesos.
Pero además se juntaban en las caravanas, en los campamentos y en las efímeras ciudades embarradas del Far West, españoles con toda su colección de embutidos y especias, mejicanos herederos directos de la cocina india local, japoneses, italianos... gente que trabajaba cultivando o criando ganado, trashumando vacas y persiguiendo cuatreros, pistoleros y atracadores de bancos, predicadores, charlatanes de bebedizos milagrosos, jinetes del Pony Express y colonos hambrientos... todos necesitan comer y comer bien...
Y La Frontera los acogió a todos. Como ahora a usted mismo, coma y beba a gusto, siéntase un personaje más del Far West al final de una dura jornada, dése una buena recompensa.
Déjese aconsejar, en La Frontera del Chef Barry, la cocina no ha dejando nunca de evolucionar y cada temporada inventa y se reinventa con nuevos platos, nuevos ingredientes, nuevos cócteles...
La Conquista del Oeste, también llamada La Frontera, debería llamarse la Conquista de los Sabores, de la más rica y variada cocina que nunca se ha visto.
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