Café Pavón

Muy buen sitio , la terraza estupenda, llena de gente pero sin molestar. Dentro, también muy bonito, el techo una preciosidad de madera. Era el antiguo bar del teatro Pavón. Por lo que la fachada es muy bonita y cuidada. Hacen unos cocktail muy buenos. Los camareros muy simpáticos y amables.

Buen sitio de vermut y tapas para picar con amplio local estilo antiguo en el interior y terraza de varias mesas. Suele estar muy concurrido, especialmente en fin de semana. La ensaladilla rusa muy buena y el pincho de tortilla bueno también. Servicio muy atento con varias personas trabajando en salon y terraza.

Un sitio genial para tomarte un café y trabajar con tu portátil. Los precios están bien, yo pedí un desayuno con tostada y tomate y todo muy rico. Tienen terraza y dentro todo es rústico pero acogedor.

El emplazamiento es extraordinario, los esgrafiados de los paramentos externos lucen lindos, y la fachada en chaflán, con esa torreta metálica que soporta el reloj, es única y se ha remozado hace relativamente poco tiempo, de modo que se alza espléndida y sugerente de otros tiempos optimísticamente mecánicos. Disfrute usted de la vista desde el exterior y si se decide a cruzar el umbral, dirija su mirada hacia arriba y hacia afuera. Cuando no le quede más remedio que mirar hacia la barra y el muro interior, es probable que se le caiga el alma a los pies. No mire al suelo aunque su alma esté por allá abajo: no le va a agradar mucho lo que vean sus ojos. El establecimiento tiene una planta de arco de 90° con barra paralela al muro interno y techo alto de madera labrada con grandes casetones. Desgraciadamente, el aspecto del interior es indeciso y despreocupado en el peor de los sentidos. Parece más sucio de lo que probablemente está. Tras los estantes de rejilla metálica y luz indirecta dirigida hacia las botellas en exhibición, se encuentra el inevitable muro de ladrillo visto con pegotes de yeso alrededor de los cajetines de los enchufes. Encima de la barra hay de todo: la botella del detergente, los grifos de cerveza, bandejas, vasos, jarras, teteras, ceniceros, contenedores de servilletas de papel y otros objetos de más difícil identificación. La amalgama de objetos adosados al interior de la barra son la viva imagen del desorden repelente, el amontonamiento forzado y la disuasión para el consumo de bebidas y alimentos. Para que nos entendamos: la barra y todo lo que cobija son la penosísima apoteosis del "cutrerío". El suelo está cubierto de un terrazo espantoso, sucio de años y sin atenuantes por vintage. La escalera de bajada a los dos retretes para todos los públicos resulta especialmente repelente, con unos canteados de aluminio insultantes a la vista y al estómago. En el rincón del suelo contiguo al primer escalón se observan parches de yeso por ausencia de baldosas. La iluminación del local es apagada sin llegar a ser tenue, y crea una atmósfera semitenebrosa pero no íntima. El nivel de ruido, producido tanto por los diálogos de los desinhibidos clientes y de los vociferantes empleados como del trasiego de platos, cubiertos y tazas, es demasiado elevado como para distinguir la música de fondo. Resulta desgarrador cavilar sobre las potencialidades de un local como éste y percibir el estado en que se encuentra y el modo en que se gestiona. Si el paseante decide entrar, recomiendo darle la espalda a la barra, ponerse tapones en los oídos, sentarse en una de las diez mesas junto a los amplios ventanales y mirar hacia afuera. Los coches y viandantes que transitan por la calle Embajadores no son una visión beatífica o inspiradora, pero van y vienen, mientras el interior del café mantiene su aspecto entre lúgubre y destartalado. Hay media docena de mesas en la acera a modo de terraza, lo cual supone otro tipo de experiencia que ignoro.

Muy buen sitio para desayunar en Lavapiés. Ración abundante y cafés a muy buen precio. Tienen bebida vegetal. Muy buen pincho de tortilla y tostadas. Recomiendo venir.

El sitio es muy bonito, con amplios ventanales y puedes tomar algo tanto en la barra como en alguna de sus mesas. El problema es que fuimos a tomar un café y un pincho a las 12:30 y estaban con cambio de servicio. Así que sólo nos pusieron el café y el pincho de tortilla de quedó en la contra barra. Algo que no entendimos porque media hora después volvieron a servirlo. Incluso el chico que nos servia no pudo darnos una explicación válida y para remediarlo nos ofreció unas patatas o unas aceitunas, algo muy raro para tomar con un café con leche. Ya le comentamos que no nos afectaba el cambio y que lo único que tenia que hacer era cortar un trozo de una de las dos tortillas que estábamos viendo, cosa que no nos sirvió de nada. El café con leche muy bueno…

Agradable sitio en el que tomar un aperitivo vermuts muy ricos, Bloody Marta muy bien presentados, bocadillos y sándwiches elaborados y sabrosos y platos del día bien cocinados y a buen precio. Pedimos entre otras cosas un plato de carrilleras con puré de patatas y zanahorias confitadas, todo excelente. Servicio simpático y competente. Muy aconsejable, volveré.

Se come muy bien y los camareros son muy majos y rápidos. Aunque es algo caro y siempre está lleno. El ambiente es lo mejor del local, sin duda: la luz, los muebles, convierten el lugar en un sitio agradable y cómodo.

Sitio maravilloso para ir con perros, los tratan de maravilla les traen chuches y hay opciones veganas. Un café de siempre con un ambiente excepcional. - En la foto bocadillo Veganito un poco caro para el tamaño, pero está riquísimo y patatas bravas.

Bar ideal para hacer el vermouth. Tapitas muy buenas, nos encantó la ensaladilla y el hummus. Las patatas bravas son diferentes y bastante picantes. Local con mucho encanto, tradicional y camareras muy amables. Precio correcto